VEINTICUATRO LEGUAS Y MEDIA CAMINO DE GIBAYA (pinchar)
Pertrechados para la batalla, ejercitados en duros combates de lectura, plenos de emociones, consumidos por la intriga, aquellos soldados de la literatura, tropa devoradora de palabras, frases e historia, se internaron, tras una breve pitanza matinal a base de pan de trigo, jugo virgen de oliva y carne de matanza salada, en la ruta de la sierra onubense.
Temerosos ante la posibilidad de cruzarse con los jinetes sarracenos en retirada penetraron en las tierras serranas con la intención de descifrar los misterios ocultos tras el extraño nombre de Gibaya. Y hallaron respuesta en las palabras de Manuel, feroz juglar de Almonaster, en las siempre sabias explicaciones del profesor Suárez y en la amabilidad de los lugareños de aquel fronterizo lugar, en la reconquista, en la cercana marca portuguesa y en la realidad de un pueblo llevado a la ficción por Sánchez Barrero.
Siglos después, o quizás fueron solo meses, Manuel arrancaba su vehículo para seguir la pista de aquellos aventureros del conocimiento. A su lado, Patricia repasaba los detalles e imaginaba el encuentro con el profesor Suárez, Fernando, Pedro, Roberto, o como quiera que se le antojara bautizarse aquella tarde.
El lugar tenía algo de magia, a pesar de la abrupta explanada de hormigón sobre la que se elevaba el cerro, aquella casa desprendía misterio. El destino final de un tren de mineral procedente precisamente la sierra Huelva, era una coincidencia que no podía ser casual. La Casa de las Artes, un extraño nombre para un lugar nacido de la industria y además, ahora, acogía peregrinos, como aquellos guerreros monjes de la Orden militar que aseguraban las fronteras de Almonaster.
Y allí estaban, los soldados de las letras, aguardando una vez más, impacientes. Dispuestos a llegar más al fondo en cada encuentro, hasta las tripas de la creación. El origen, Almonaster, las 800 páginas tan complicadas de llevar a negro sobre blanco, las correcciones, las influencias.
¿Por qué habrán elegido un lugar para cenar al que llaman el portugués? Más fronteras de papel que se traspasan sin temor. Y en el horizonte… un «Mayo de cruces» que promete ser florido, con pétalos rojos, amarillos y morados
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