Confieso que después de
tantos años dedicándome a editar (a trabajar en libros) es muy poco el tiempo
que puedo dedicar a leer por placer. Es un lujo que en pocas ocasiones puedo
permitirme. En vacaciones…, cuando tengo que viajar en tren… y poco más. Es una
pena, pero es así. Además me ocurre (supongo que por deformación profesional)
que aunque intente simplemente relajarme y leer, no puedo evitar salirme de la
historia y fijarme en los detalles constructivos. No puedo evitar salirme de la
trama y prestar mucha atención a cómo se maneja el autor, a cómo intenta llevar
al lector a pensar o a sentir determinadas cosas, y los recursos que para ello
utiliza.
Me cuesta ponerme en el
punto de vista de un lector; tiendo antes a adoptar el papel de editora o
incluso de aficionada a la escritura, lo que me hace valorar aún más la tremenda
dificultad que supone escribir una obra como esta. Y no lo digo solamente por
el número de páginas…
Porque si “Mayo de
Cruces” me encantó (siempre cuento que es el libro que más veces he comprado
para regalarlo), Gibaya me ha impresionado más si cabe. Es tanta la complejidad
que conlleva idear, plantear y sacar adelante una trama como la que presenta
Gibaya y hacerlo con tanta limpieza y éxito (el final es redondo) que hay que
descubrirse.
Una investigación (no
quiero dar muchos datos por si alguien no lo ha leído) en la que cada vez que
ocurre algo, la información fluye y todo el mundo se entera de lo que está
ocurriendo en Almonaster ―todos los que están pendientes de la investigación, el
CESID, la CIA, la INTERPOL―. ME PARECE GENIAL. Escuchas telefónicas, que siempre
haya una persona situada estratégicamente para ver lo que no debe ver o para
escuchar lo que no debe escuchar…
Y todo esto aderezado
por esos ingredientes que a todos nos gustan (el humor, cierta tensión sexual
entre los protagonistas, el enigma, el misterio…) Unos remates de capítulos
buenísimos, muy cuidados, y una preparación de los personajes (personajes
amables) y de las situaciones que estos viven, que gracias a los toques
simpáticos-humorísticos hacen que la lectura resulte de lo más agradable.
Bien, toda obra
narrativa tiene que estar encuadrada en el tiempo y en el espacio.
Temporalmente la trama central de Gibaya ocurre a mediados de los noventa,
fechas en las que aún nos manejábamos en España con pesetas y en las que no
contábamos con telefonía móvil ni con acceso a internet. Este encuadre temporal
es importante, y necesario, para poder justificar las peripecias de los
personajes para conseguir la información y el ritmo al que la van consiguiendo.
Señales de satélite, mucho teléfono fijo, sin imaginar unos y otros que están
escuchando sus conversaciones, muchos faxes, tener que coger el coche para ir a
entrevistarse con personas (y sin saber que los están siguiendo).
El espacio principal en
el que se desarrolla la obra, es de todos conocido: Almonaster la Real (y sus
alrededores). Pero es muy evidente que no se trata de una mera localización,
Almonaster es el auténtico protagonista de esta novela. Ahora entiendo cuando
yo le insistía a Manuel que intentara reducir el libro (cosas de editores…) y
él me contestaba que era imposible. No lo era, podrían quitarse bastantes
páginas a este libro sin que la trama creada por él sufriera, pero se perdería
algo que para el autor es fundamental: hablarnos del paisaje, de la
arquitectura, de la cultura, de la historia, del patrimonio, de la gastronomía
y de la gente de su Almonaster. Del verdadero protagonista.
En cuanto al estilo,
Manuel Sánchez Barrero escribe para todos los públicos, y eso es una gran
ventaja para una editorial. Es muy generoso con su lector. Lo sorprende, lo
deja un ratito a la espera antes de explicarle lo que ha ocurrido, tras dejarlo
expectante al cerrar un capítulo, pero no le complica la vida, no le dificulta
la lectura. Su estilo es llano, claro, y cuida que el lector ni se le pierda ni
se le quede atrás.
El mundo editorial es
complicado (da para escribir muchas novelas). Que se abra paso o que se conozca
una obra de un autor desconocido (o poco conocido) es difícil. Los escaparates
y los puestos centrales de las grandes librerías, y las mesas de los críticos
literarios, están copadas por los libros de dos grandes grupos editoriales multinacionales,
muy poderosos y con muchos medios promocionales. A las editoriales
independientes como Bohodón, que no contamos con esos medios, ni ese poder, nos
cuesta mucho abrirnos paso. Si buscáis Gibaya
en una de esas grandes superficies, os lo sacarán de una estantería en la que
casi no se le ve, u os dirán que os lo traen en un par de días porque no lo
tienen en la tienda, pero os lo llevan. Hay poco sitio para los libros que no
sean de… estos dos grupos…
¿Qué es lo que os pido
entonces? Que si Gibaya os ha gustado, y
os ha entretenido tanto como a nosotros, lo recomendéis. Es una labor
divulgativa discreta pero muy efectiva. Recomendad su lectura, dad vuestra
opinión, si os parece, en las redes sociales, que a través de ellas podemos
conseguir que se hable de Gibaya. Porque lo merece.
No sé si el libro se
venderá más o menos, porque eso depende de muchos factores que no podemos controlar,
pero independientemente de lo que pase, puedes estar muy muy orgulloso de tu
trabajo, de tu Gibaya.
Marisa Carbajo.
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